ENTONCES, como sabes,
escribir abre – definitivamente- un espacio entre lo pensado y lo indecible:
tal vez un tercer espacio,
ese tercer espacio que ocupaba el sodio,
que, por lo que comentaba el doctor,
existiría ya que algunas medicinas no llegan donde debieran,
aunque en realidad no debiera existir
y que de no existir
resultaría también suficiente
para intenciones y anhelos, para la voluntad y la esperanza
y al que hasta sin existir
se puede acceder ahora mediante el pensamiento y la escritura
ese tercer espacio
que absorbe y distribuye el sodio
aunque resulte increíble