Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared
La verdad es que no me resulta fácil comentar los vuelos de altura, mas pegados al suelo, que presenta la escritora, nacida en Zaldibia en 1961, en su libro recién traducido del euskera y editado por Olifante: «Son nueve, los pájaros», y no resulta tarea fácil no por defecto de contenido sino por su exceso, dulce exceso y poliédrico, ya que en las páginas del libro afloran flechas indicativas, sugerencias, notas, informaciones, relatos, poemas, y no seguiré ya que como en botica hay de todo pero delicatessen. No le falta razón a Vicente Huici Urmeneta al afirmar sobre el libro que «se puede abrir por cualquier página porque siempre se encontrará una reflexión, una cita, una rememoración una etimología, un verso que articulará una deriva, encadenando lo descriptivo con lo narrativo, lo exterior con lo interior, la mirada hacia el yo, el tú y los otros y otras, y también hacia lo Otro, eso que suele quedar más allá y más acá de las palabras», y es que cierto es que se lea de manera lineal o azarosa, al bies, al derecho o al revés, verso o reverso, siempre se encuentra sustancia, ya que en las páginas de la poliédrica obra se constata que la palabra comienza con pe como pensamiento, píldoras (mejor sería tal vez decir perlas), paladear, poesía, prosa, preguntas, o…profesora y poeta que es la dedicación de Tere Irastorza Garmendia. Tal es así que, salvando las debidas distancias, asoma aquella afirmación de Friedrich Nietzsche, en su Ecce homo: «¿Cuánta verdad puede soportar un hombre, a cuánta verdad puede atreverse? Ésta se ha convertido para mí en la auténtica unidad de medida, cada vez más… Cualquier resultado, cualquier paso hacia adelante en el conocimiento es una consecuencia del valor, de la dureza con uno mismo, de la exigencia con uno mismo…?»…aplicado al caso, el asombro invade la mente lectora al ver la enorme cantidad de historias, referencias, informaciones filológicas, lexicográficos, juegos de lenguaje, y transferencias entre lenguas, en especial con términos del euskera, idioma en el que se escribió originalmente el libro (Txoriak dira bederatzi); la pregunta brota: ¿pero qué no ha leído esta mujer?, y las dieciséis páginas de la bibliografía dan cuenta de la amplitud lectora. Se ofrecen palabras aladas que nos hacen volar mas no al hiperouranos platónico, sino a la vida y a los rituales mortuorios, al mundo y a sus cuatro elementos, tierra en la que habitamos, y hasta al centro de nosotros mismos nos envían, pues el libro puede ser considerado como dinamizador del pensamiento, de la reflexión, de la rumia; libro-catapulta, libro-trampolín, libro-artefacto, que nos hace viajar por diferentes pagos abriéndonos caminos, en lo que hace a lecturas, asociaciones y otras yerbas. Mirada de águila la que acompaña a la autora, que muestra una finura destacable, sin que ello quiera decir, de ninguna de las maneras, que ella se mueva por las nubes alejadas de la realidad circundante, ya que, como al otro, nada de lo humano le es ajeno, y ello le empuja a bordear los límites llegando a, y perdóneseme el uso oportunista del dictum wittgensteiniano, no callar acerca de lo que no se puede hablar sino, al contrario, hablar más, otorgando el poder a la palabra como creadora de espacios y travesías nuevas.
Este libro no es de los que se ha de leer, sino releer, ya que la rumia es el efecto que provocan las palabras y frases de la poeta, lo que hace que, despojando cualquier sentido eclesial, estemos ante un breviario que propicia la meditación acerca de la vida, de las relaciones sociales, de la escritura y la lectura; y ello se debe, entre otras cosas, a que el libro puede considerarse como una especie de cuaderno de bitácora de la navegación de Irastorza, por el mar de las letras, de la escritura, de la lectura y de las experiencias existenciales, siempre cerca la naturaleza, pudiendo darse por bueno aquello del Tractatus, de que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo…y el mundo de la autora queda demostrado que es amplio, atreviéndose a balizar las fronteras del sentido, hasta los bordes del otro lado como la Alicia de Lewis Carroll …límites borrosos que en ocasiones como la crisálida se transforma en coloridas mariposas, que nutren en bestiario particular de Tere Irastorza Garmendia, con sus ratas, serpientes, abejas, gusanos, y…abundantes pájaros. Me apresuro a añadir que si, creo recordar que era Graham Greene, éste decía que antes de acostarse leía todos los días una entrada de la Enciclopedia Británica, sin llegar a proponer tal deber o tarea, servidor considera el libro comentado como libro de cabecera apropiado para tenerlo a mano para el paladeo, como ejercicio espiritual de indudable interés; tómese la expresión en el uso, pre-cristiano, que practicaban algunas escuelas del helenismo, cuestión estudiada por Pierre Hadot y el último Michel Foucault..
Afirmaba un destacado filósofo hexagonal, paladín del posmodenismo filosófico, en tautológica tautología que la tarea del pensar es pensar…la poeta se dedica con afán, y tino, a la tarea, y entrega sus anotaciones a quien penetre en las hojas de su libro, que no se mueve por los pagos del individualismo, y menos del solipsismo sino que transita por los problemas de su hoy, que es el nuestro y que, en muchas ocasiones son perennes, no dudando en rastrear los caminos que no llevan a ninguna parte, los holzwege, de los que hablase Martin Heidegger; por esos lares laberínticos avanzamos con una guía que hace bueno aquello que dijese el bueno de José Bergamín, y cito de memoria, si pretendemos buscar la salida del laberinto no lo conoceremos.
Entre vuelos, revuelos, desvelos, avanzamos, volamos, podría decirse, haciendo honor a la presencia de las aves voladoras desde el propio título del volumen, cuyo número deudor del curandero de Goizueta, según señala Irastorza Garmendia, es un nueve que deviene otro…y ya que hablamos de aves, no me resisto a recurrir a un hermoso pasaje de los Cantos de Maldoror de Lautréamont –que tomó directamente del conde de Buffon-, suponiendo que su belleza excusará la amplitud de la cita, y señalando igualmente que no pretendo con ello poner en solfa el título del libro, Perifante me libre, ya que él mismo libro lo ha aceptado, sino simplemente subrayar los aires de familia de la descripción de la cita con el quehacer-enjambre del libro comentado: (las abejas, erleak, pican y producen dulce, como el pharmakon giego que cura y mata) «Las bandadas de estorninos tiene un modo de volar que les es propio y parece regirse por tácticas uniformes y regulares, como ocurriría con un regimiento disciplinado obedeciendo con precisión la voz de un único líder. Los estorninos obedecen la voz del instinto, y su instinto los lleva a agruparse en el centro del escuadrón, mientras que la velocidad de su vuelo los lleva constantemente más allá; de modo que esta multitud de aves así unidas por una tendencia común hacia el mismo punto magnético, que van y vienen incesantemente, circulando y entrecruzándose en todas direcciones, forma una especie de agitado remolino cuya masa completa, sin seguir un curso fijado, parece tener un movimiento general de giro sobre sí misma como resultado de los movimientos circulatorios particulares propios de cada una de sus partes, y cuyo centro, que tiende perpetuamente a expandirse pero que se comprime continuamente, empujado hacia atrás por el esfuerzo contrario de las líneas circundantes que lo sustentan, se vuelve constantemente más denso que cualquiera de esas líneas, que a su vez son más densas cuanto más cerca están del centro». Así, Tere Irastorza Garmendia reúne a los pájaros en sus páginas que no son jaula sino signo de lo abierto al mundo y a los demás; se lee en los Sonetos de Orfeo de Rainer Maria Rilke: «Todo es distancia, y en ninguna parte se cierra el círculo», idea que Heidegger convirtió en base a su interpretación del poeta («[…] la existencia de lo Abierto se desvela solamente a aquel que piensa el mismo ser tal como se destina al pensamiento occidental bajo el nombre de aletheía»), y…no sigo que me voy; tocan a la puerta los claros del bosque de María Zambrando a la par de los cromlechs, y el lichtung, recorridos por Oteiza, y ciertos aires de familia de Giorgio Agamben (hoy no tocan, que bastante están tocando ya). Se muestra la autora, firme y ajena en lo que hace al karaoke dominante, plagado de ideas recibidas y lugares comunes -que tanto combatió Gustave Flaubert-, comulgando con lo que dijese René Char: «Somos transeúntes aplicados en transitar, en sembrar la inquietud, en infligir nuestro calor, en afirmar exuberancia. ¡He ahí por qué intervenimos! ¡He ahí por qué somos intempestivos e insólitos!».Y…mucho amor, sentimientos, y una firme apuesta en pro de las mujeres y del valor de la lengua, y en pos de un horizonte social en que prime la solidaridad y no imperen los pretendidos valores productivistas y económicos, dichosa eficacia, como es el caso de la sociedad de hoy.
No quisiera dar por terminada esta recensión, pues sería injusto, sin destacar las sutiles ilustraciones de Iñaki Bastarrika Izagirre, que inspiran y que casan con el texto como guante en mano juguetona; igualmente quisiera indicar que si no he nombrado las amplias referencias (literarias, poéticas, filosóficas, filológicas, pictóricas, escultóricas, musicales, …) de autores de acá y de allá, es debido a que la enumeración resultaría cansina, además de que seguro que cometería injusticia con algunos de los citados.