"Creo que siempre puede encontrarse una luna llena". No debe de haber sido fácil escribir algo así. Porque no es fácil leer algo así –como así lo señala el aire en ascuas, entre la ingenuidad y la desolación, que luego sigue: "o qué"... Las palabras se muerden en silencio, se arrancan soledad para ofrecerla con las manos abiertas, o a manos llenas, como se suele decir. Y es así porque decir duele. Tere Irastortza pasa por aquí, por sobre brasas, y quien quiera sentirlo tiene solamente que escuchar, que oír el rumor del duelo que es hablar para nadie, para nada, desde un mundo que se sabe huella de tránsito o trayecto de caída. El efecto de una escritura que va "del cielo al subsuelo" no es tanto conmover como remover raíces. Cómo no. Que no se entienda es cosa aparte. De hecho, estos poemas deberían leerse primero en euskera, justamente por si es así como cuestionan cualquier límite, y porque así se comprendería mejor por qué traducidos mantienen intacto su secreto. Es decir: que el no-entender se convierte en el regalo que atender llevaba dentro. El vacío se celebra entonces como un espacio-tiempo disponible, más acogedor que nada, y de esa soledad surge sin miedo otro menos-o-más-que-mundo. De alguna forma, por gracia y obra de la poesía, a falta de mundo, por así decirlo, el mundo da de sí la suerte de lo que nos falta.
Antonio Méndez Rubio
INTERMEZZO